La confesión
Tengo inquietud de escribir sobre este tema, porque creo que es de vital importancia para alcanzar la vida eterna. Me gustaría tener la capacidad de escribir un artículo que pueda convencer a la gente de la importancia de la confesión, sacramento que transmite salud y vida espiritual.
Puede ser que al leer esto, tu pienses que no hay vida después de la vida, o que si la hay, no hay cielo o no hay infierno, o que en todo caso la confesión no tiene nada que ver con ello. Pero, te invito a reflexionar, que en caso de que exista el cielo, conviene ir ahí, y en caso de que exista el infierno, deberías evitar ir ahí. Y por lo tanto, tan solo por prudencia, te conviene pensar en leer este artículo completo e investigar autores expertos en el tema, por si acaso la confesión sirviera de algo, en caso de que tu pensamiento sea el que describí.
En ocasiones me invitan a dar pláticas, normalmente para grupos de jóvenes católicos.
Al no ser un brillante expositor, me he visto en la necesidad de ser creativo para captar la atención de mis audiencias, a través de dinámicas, ejercicios, o preguntas acerca del tema, en las que el mismo auditorio es quien participa, con lo cual, quito la atención de mi, y la diluyo entre todo el público, logrando que cada quien piense en sí mismo, o bien en sus compañeros de ejercicio, a la vez que se realiza una introspección personal y supliendo con esto la introducción al tema que corresponda.
Una de esas dinámicas, consiste en un ejercicio en el cual se divide al grupo en pequeños grupos de 4 o 5 personas, para que elaboren sus dudas de fe, y que las expongan para poder platicar acerca de ellas.
Me encuentro con muy diversos temas, pero uno muy recurrente es la duda generalizada: ¿Por qué me tengo que confesar con un sacerdote que es un hombre igual que yo?
Francamente la respuesta es muy sencilla, pero a la vez muy complicada: Porque Jesús quiso, y lo dejó por escrito en el Evangelio.
La respuesta sencilla es:
Porque Jesús así lo quiso. En el Evangelio deja bien claro: (Mateo 16,18): Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, lo cual constituye un mandato, en el que establece que Pedro ordene y regule la Iglesia, de lo cual surge la sucesión de todos los Papas de la Iglesia y se documenta toda la doctrina que Jesús dictó. Y también dice Jesús: (Juan 20,23) A quienes les perdonen sus pecados les quedarán perdonados, y a quienes no se los perdonen les quedarán sin perdonar, con lo cual instituye el sacramento de la confesión.
Bastarían estas pequeñas frases para que los espíritus humanos recibiéramos con humildad estas verdades de Fe.
Y sin embargo, hay en el mundo muchos espíritus de rebeldía, de soberbia, de autosuficiencia, de impureza, de desobediencia, y de ceguera espiritual que nos impiden recibir verdades tan simples y tan sanas con humildad; por lo cual, pretendemos pedir cuentas a Dios de sus decisiones, o incluso dudar que dichas decisiones vengan de Dios y hasta llegamos a pensar que sean un invento de los hombres.
Y me pongo a pensar: ¿Qué les tengo que decir para que lo crean? ¿Qué tengo que demostrarles? ¿Qué experiencia tienen que vivir? ¿A quién tienen que conocer? ¿Quien se les tiene que aparecer? ¿Qué situación cercana a la muerte, o de pérdida de un ser querido, o que tamaño de sufrimiento debe visitar su alma, para que tengan la experiencia de la conversión?
La realidad es que durante dichas pláticas, en la audiencia, hay quienes no creen en Dios. Hay quienes creen en Dios pero no en Jesús. Hay quienes creen en Jesús, pero no en la Iglesia. Unos creen que existen los ángeles, así como el infierno y el demonio, y otros creen que es una fantasía. Y toda esta diversidad de creencias impide, desde luego, el creer en el sacramento de la confesión, ya que la ausencia de alguna de estas creencias impide creer en la confesión. Además, cambiar estos conceptos implica convencerlos de que una o varias creencias personales que han tenido por años, están equivocadas, lo cual es una tarea que requiere algo más allá de los argumentos. Requiere la acción del Espíritu Santo, alguien que haga oración por ellos, un corazón dispuesto a recibirlo, y en último lugar, alguien que les predique.
Pienso que cualquier persona que crea en Dios, y crea en Jesús, y crea que Jesús es Dios, y crea que existe el infierno, y el demonio, y que es posible la condenación, así como la salvación; y que Jesús estableció la Iglesia para salvarnos, no tendrá problema en creer que Jesús instituyó los sacramentos, y que uno de ellos es la confesión y penitencia, y que sus efectos son el perdonarnos los pecados, y reconciliarnos con Dios. He aquí lo complejo de la respuesta.
Y sin embargo, eso es lo que se requiere. Convencerlos de estas verdades de Fé, o más bien, pedir al Espíritu Santo que los convenza de estas verdades de Fé, para que la muerte de nuestro Señor no haya sido en vano, y su sangre les aproveche en el sacramento de la Confesión y la Eucaristía, y puedan así tener garantizada una vida eterna en el cielo. Yo pido al Espíritu Santo para que te regale el don de creer y tú puedes pedir lo mismo.
Antes de abordar los temas planteados, que son fundamento sin el cual no se puede creer en la confesión, debo subrayar lo siguiente: La conversión, así como la Fe misma, son regalos de Dios. Y aun cuando yo fuera capaz de incluir argumentos con lógica sólida e irrefutable, la conversión solo es posible si Dios te la regala y tú la aceptas.
La conversión es el incremento en el nivel de Fe. Ya sea pasar de no tener nada de Fe, a tener algo de Fe; así como pasar de tener poca o mucha Fe, hacia tener más Fe. Eso es la conversión. La Fe nos la regala Dios en el bautismo, y depende de nosotros y de nuestros padres cuidarla y hacerla crecer. El deber de nuestros padres nunca termina, pero disminuye su responsabilidad a medida que crecemos, a la vez que nuestra responsabilidad de madurar nuestra Fe, crece. Por eso, a pesar de que la Fe es un regalo, no podemos reclamarle a Dios que no nos la haya dado, ya que nos la dio en el bautismo. La Fe también es nuestra respuesta. Cada vez que mi respuesta es NO, entonces mi Fe se disminuye, se apaga, se muere.
Ahora, si tú quieres recuperar o incrementar tu Fe, pídela. Dios no va a jugar a las escondidas, ni te la va a negar, porque te ama. Primero debes pedirle a Dios con un corazón sincero y humilde que te devuelva la Fe que por tus actos has perdido. Pero esto no es un botón, ni una fórmula mágica. Esto es un proceso que lleva tiempo, y que se da en la oración constante, en la búsqueda sincera, en la paciencia, y en la perseverancia. Consiste en decirle: “Tengo Fe, pero auméntamela” O, “No tengo Fe, Señor, pero estoy dispuesto a recibirla y a cuidarla si me la vuelves a dar”.
La oración debe ser humilde. No podemos pensar que le podemos “tronar los dedos” a Dios para que nos sirva en la oración. El Rey es él, y nosotros los siervos. Pero también somos hijos y nos ama, por lo que podemos pedirle que nos salve, que nos devuelva la Fe. Tampoco podemos decirle: Si tú me das esto, o aquello, entonces yo haré esto. No te atrevas a negociar con Dios. Tú no tienes nada, y no eres nada por ti mismo. Todo lo bueno que hay en ti viene de Dios. Todo lo que tienes, eres y puedes, viene de él. Si se lo das, es porque él te lo dio primero, y te permite dárselo, no porque tú tengas el poder de dárselo. Por eso, no pretendas negociar con Dios, pues eso sería soberbia desmedida.
La oración debe ser como la de un hijo. Confiada y humilde: “Soy indefenso, pequeño, ignorante y por eso pecador. Pero sé que tú me amas infinitamente, hasta dar la vida por mí, y por eso sé que tengo esperanza. Pero debo hacer mi parte”.
Ahora, volviendo al tema inicial, la ruta para contestar la pregunta, consiste en, por lo menos, creer en los siguientes enunciados, y al final será posible creer en el enunciado final.
- Dios existe.
- Jesús existió, sigue existiendo, y es Dios.
- Jesús fundó la Iglesia, quien compiló la biblia, en la que podemos conocer el mensaje de Jesús.
- Jesús fundó los Sacramentos. Uno de ellos es la Confesión, y Jesús quiere que nos confesemos con un sacerdote (que es hombre, igual que yo).
- La confesión es necesaria para salvarnos y vayamos al cielo, ya que también existe el infierno, y el demonio, y podemos condenarnos.
- Dios nos da opciones para salvarnos sin la confesión, pero es muy dificil, y no es necesario arriesgarnos.
Quien no crea en los primeros enunciados, es inútil tratar de convencerlo de los últimos, pues están fundados sobre los previos, por lo que valdría la pena explorar cada enunciado, de acuerdo al nivel de creencias de cada quien.
PRIMER ENUNCIADO: DIOS EXISTE.
Para algunos, resulta ridículo e innecesario explicar esto, mientras que para los ateos es un verdadero dilema existencial, y tema de vida. Quizás tu problema no sea creer en el primer enunciado, sino en alguno de los subsecuentes, pero es igual de serio e importante para ti creer en aquel, como para algunas personas creer en éste.
El hombre, a través de la razón, puede concluir que Dios existe. No a través de la ciencia, sino de la razón. La ciencia no puede demostrar ni negar la existencia de Dios. La existencia del alma, y de lo espiritual, no entra en el ámbito de lo que la ciencia puede medir, no existe un aparato que pueda medir el alma, o el espíritu, o a Dios. En todo caso hay aparatos que pueden medir algunas huellas o pistas que deja Dios para que, si queremos, lo podamos descubrir con ayuda de la ciencia, o más bien, podamos reforzar nuestra decisión de creer, con la ayuda del milagro, que la ciencia no puede explicar.
Pero tenemos la razón, la lógica, la filosofía, que sin ser ciencias exactas, nos dan pistas suficientemente evidentes para concluir que es real la existencia de Dios.
Sería absurdo decir que hubo un tiempo en el que no existió nada, pues la nada, no puede producir algo. Lo lógico es que haya un origen, un Ser que siempre haya existido; y ese Ser, es Dios.
Cuando vemos una máquina muy compleja, o un edificio, o un libro, no pensamos: Eso se hizo solo. Si nos preguntan y respondemos honestamente, nuestra respuesta es: Alguien lo hizo. Aún que no sepamos quien, le atribuimos a un hombre la obra en cuestión.
Y sin embargo, cualquier máquina u obra humana, es un juego de niños si lo comparamos con un átomo, o una célula, o una montaña, o una planta, o un bebé, o el sistema digestivo, o un ojo, o una oreja. ¿Cómo es posible que veamos cualquiera de estas obras magistrales y pensemos que se hicieron solos, o que Dios no existe? O si vemos las estrellas en el cielo, o la música, con su perfecta matemática, o las leyes de la física, como la ley de la gravedad, y la perfecta sincronía del sistema solar.
A fin de cuentas se requiere tener el mismo nivel de Fe, o mayor aun, para creer que Dios no existe, que para creer que existe; ya que no encontraremos ninguna evidencia de que Dios no existe.
Sin embargo contamos con muchísimas pistas, huellas, testimonios, milagros (científicamente comprobados), ejemplos de vidas que cambiaron radicalmente, así como conmovedores ejemplos de gente que está dispuesta a dar su vida por ese Dios que ellos alegan conocer. Y yo no recuerdo ningún caso de alguien que esté dispuesto a dar su vida para demostrar que Dios no existe.
Como complemento de estas reflexiones para quien no cree, sugiero que nos hagamos las siguientes preguntas: ¿No quiero creer? ¿No puedo creer? ¿No necesito creer? ¿Cómo cambiaría mi vida si empezara a creer? ¿Perderé algo si ahora declaro que creo, tal vez mi reputación, mi imagen, o mi autoimagen, mi situación de vida actual? ¿Alguna vez he intentado creer? ¿Le he pedido a Dios que si existe me conteste en la oración, o que me de pruebas de que existe, o de que me escucha? Esto último, ¿lo he hecho por un tiempo sostenido, digamos 3 meses? Te invito a invertir 3 meses de tu vida haciendo oracion en un tema que, si resulta que estabas equivocado, podría cambiar radicalmente tu forma de ver la vida, y si tenías razón, no habrás perdido nada.
También nos podemos preguntar, ¿por qué Dios es invisible y no se manifiesta más claramente? Esto está ligado con la salvación. La Fe es suficientemente oscura para que tengamos mérito en el creer, y está suficientemente evidente como para que sea posible creer. El hombre es libre de creer o no, y si decide no creer, Dios lo dejará en paz con esa creencia, que no es la que más le conviene, pero Dios no nos va a obligar a creer.
Sin embargo, conviene creer, para ser más feliz. La capacidad de ser feliz es mayor cuando creemos que hay una vida eterna. El ser humano es el único ser que le tiene miedo a la muerte. Los animales temen al dolor o al peligro, pero el ser humano teme a la muerte, porque “algo” le dice que ese no puede ser el fin. Tenemos una sed de eternidad, de infinito. Y es algo como “genético-espiritual”. O sea, estoy diseñado para buscar la eternidad, para vivir para siempre. Pero tengo la libertad de creer lo que yo quiera. Dios no te obliga a que creas en él, pero te invita. Y si estás leyendo esto, ciertamente que Dios te está invitando a través de estas líneas.
El ser humano tenemos una infinita necesidad de amar y de ser amados. Y buscamos saciar esa necesidad a través de diferentes ámbitos de nuestra vida. La amistad, el matrimonio, la paternidad, el trabajo, el dinero, el deporte, el alcohol, las drogas, el sexo, la música, la ciencia, el arte, etc. Unos de ellos nos pueden ayudar a crecer y otros todo lo contrario, o dependiendo del uso que les demos; pero todos estamos en esa constante búsqueda de saciar esa infinita necesidad de amar y de ser amados, y la buscamos como se nos ocurra, pero eso no quiere decir que cualquier medio puede saciar nuestra búsqueda. La realidad es que solamente existe un proveedor infinito de amor, y ese es Dios. El día que lo descubras, serás inmensamente feliz. El que cree en Dios aumenta drásticamente su capacidad de ser feliz.
Su primer mandamiento, es que le amemos sobre todas las cosas y sobre todas las personas. ¿Por qué? ¿Es acaso un Dios narcisista que necesita ser amado, y nos ordena Hitlerianamente: ¡Aménme!? No. Dios te pide que le ames sobre todas las cosas porque ese es el camino para ser feliz. Si amas más a tu trabajo o a tu dinero que a Dios, y lo pierdes, entonces tu vida pierde sentido, y hay quienes hasta se suicidan por perder esas cosas. Si amas más a tu esposo o a tu esposa, o a tus hijos que a Dios, y luego los pierdes, o te traicionan, es lo mismo. Sólo amando a Dios sobre todas las cosas, podemos entonces amar más ordenadamente a los demás, y más plenamente, y con mayor serenidad, y con la proporción adecuada, y con un sentido de trascendencia y de eternidad. Esto ocurre porque Dios no falla, y es inmutable: Nunca deja de amarnos.
Entonces, si creer en Dios nos hace más felices, ¿no valdrá la pena invertir 3 meses de tu vida en descubrir su existencia? Te lo recomiendo. Y si me prometes que lo vas a intentar, avísame y te prometo rezar por ti, para que Dios te despeje esa duda.
SEGUNDO ENUNCIADO:
JESÚS EXISTIÓ, SIGUE EXISTIENDO, Y ES DIOS:
HISTORIA
El primer punto a reflexionar es sobre la existencia histórica de Jesús. Voy a transcribir, textualmente, un fragmento del libro “Para Salvarte” del Padre Jorge Loring, que en paz descanse; libro del cual he obtenido muchas de las ideas escritas en este artículo.
Historiadores no Cristianos e incluso ateos de la época de Jesús, hablan de él.
Plinio el Joven, que fue gobernador romano de Bitinia (Asia Menor) el año 112, en carta al emperador Trajano, hablando de los cristianos que se negaban a ofrecer sacrificios al emperador, dice que “se reunían al amanecer para cantar himnos a Cristo, su Dios”.
Flavio Josefo escribe en el año 93 del siglo I, “Por aquel tiempo apareció Jesús, hombre excepcional, si le podemos llamar hombre, pues realizó prodigios sorprendentes. Tanto entre los judíos como entre los griegos tenía muchos discípulos, que le seguían. Por denuncia de los jefes del pueblo, Pilato le hizo condenar al suplicio de la cruz. Pero ello no impidió que sus discípulos continuaran amándolo como antes. A los tres días de su muerte apareció vivo”.
Cayo Suetonio, historiador de los Césares desde Augusto hasta Domiciano, en su obra compuesta entre los años 110 y 120 alude dos veces a los cristianos, una en la vida de Nerón y otra en la de Claudio.
También hablaba de los cristianos Cornelio Tácito, gran historiador, discípulo de Plinio el viejo. Al relatar el año 100 el incendio de Roma por orden de Nerón el año 64, dice: “Se imputó a los cristianos que toman su nombre de Cristo, el cual durante el imperio de Tiberio, había sido condenado a muerte por el procurador Poncio Pilato.
Como podemos apreciar, las referencias históricas no cristianas sobre Jesús complementan a las judías, a los evangelios, y al resto de los libros del Nuevo testamento y de los escritos cristianos llamados apócrifos. La alusión directa más antigua no cristiana a Jesús de Nazaret se encuentra en la obra de Flavio Josefo, “Antigüedades judías (escrita hacia los años 93-94), más de medio siglo después de la muerte de Jesús.
Todavía en el siglo II las menciones son pocas. Ninguna de ellas aporta información sustancial para conocer la vida o el mensaje de Jesús de Nazaret, pero sí sirven para documentar su existencia histórica. Mucha información se perdió durante la prohibición del cristianismo primitivo y el incendio de Jerusalén.
Jesús aparece en repetidas ocasiones en obras de escritores romanos como Tácito, Suetonio, Flavio Josefo y Plinio el Joven. “The New Encyclopedia Britannica” (1995) afirma: «Estos relatos independientes demuestran que en la antigüedad ni siquiera los opositores del cristianismo dudaron de la historicidad de Jesús, que comenzó a ponerse en tela de juicio, sin base alguna, a finales del siglo XVIII, a lo largo del XIX y a principios del XX».
En realidad, es difícil negar la existencia histórica de Jesús, ya que no solo historiadores, sino también congregaciones, grupos, religiones, sectas etc., le siguen. Es el punto de referencia en el tiempo, la historia se divide en antes de él y después de él, y millones de personas han dedicado su vida a seguir su mensaje, y a él como persona, pues consideran que aún vive.
La existencia de Jesus pasa todos los filtros de la historiolgia e historiografia, que son algunas disciplinas que avalan como mas se puede avalar su veracidad. Muchos hechos de los evangelios formales y apocrifos son sumamente debatibles, pero no asi la existencia historica de Jesus, de acuerdo a estas disciplinas. Si no creyeramos en la historicidad de Jesus, tambien deberiamos dudar de la historicidad de todos los hechos historicos.
SIGUE EXISTIENDO y ES DIOS
Jesús es Dios, y como Dios no puede morir, sigue existiendo. El problema para algunos, es creer que Jesús es Dios. Y otra vez, como en varios de los temas expuestos, creer depende de un regalo de Dios y de una respuesta nuestra. Sin embargo, comparto algunas reflexiones:
En primer lugar, de todas las grandes religiones del mundo que han conseguido millones de seguidores y persistencia en el tiempo, (Budismo, Hinduismo, Judaísmo, Islam, Cristianismo), el único fundador que se ha declarado Dios ha sido Jesús.
Conocer a Jesús era conocer a Dios (Juan 12:45, 14:9). Creer en Él era creer en Dios (Juan 12:44, 14:1). Recibirlo era recibir a Dios (Marcos 9:37). Odiarlo era odiar a Dios (Juan 15:23). Y honrarlo era honrar a Dios (Juan 5:23).
Pero no solo declaró ser Dios, sino que lo demostró con sus milagros, con sus enseñanzas, con su forma de vida, y con el testimonio de sus seguidores.
Paul E. Little, dice que solo hay 4 posibilidades: Engañaba a los demás, se engañaba a sí mismo, fue una leyenda, o era verdad.
Ahora, si acaso estaba mintiendo a los demás o a sí mismo, ¿Por qué no se desdijo al momento en el que corría peligro su vida, y por qué no huyó cuando le avisaron del peligro, sino que siguió con su misión? Aún los detractores de la divinidad de Jesús lo reconocen como un gran maestro de moral. ¡Que contradicción!, pensar que Él es un maestro de moral, pero que vivió mintiendo, y dio su vida para sostener una mentira. Eso descarta fácilmente la hipótesis de que el mentía. Aún los testigos falsos que dieron testimonio en su contra para condenarlo a muerte, fallaron, y no se pudieron poner de acuerdo. Él tuvo que ayudarles declarando ser Dios, sosteniendo de esa manera su postura y poniéndose la soga al cuello con sus palabras. Es totalmente absurdo pensar que mentía. Con esto descartamos que engañaba a los demás y a sí mismo. Y que si fue leyenda, lo descartamos con el hecho de su existencia histórica. Una quinta posibilidad es que el existió históricamente, pero lo que se escribió sobre él es leyenda.
¿Podría ser leyenda que multiplicó panes, resucitó muertos, sanó enfermos, convirtió el agua en vino, caminó sobre las aguas, y finalmente, venció a la muerte, al resucitarse a sí mismo? También descartamos que sea leyenda lo escrito sobre él, porque hoy en día, Jesús sigue interactuando con el hombre, en manifestaciones que van desde lo imperceptible o sutil, hasta lo descarado, para dar cumplimiento a sus palabras: “Los que crean en mi harán obras aún mayores que las que yo hice”. (Jn 14:12). Si investigamos con una actitud sincera de encontrar la verdad, encontraremos evidencia de muchos milagros más a la mano de lo que se pudiera pensar.
Hay mucha gente que nunca en su vida ha visto un milagro (considerando a los milagros como eventos extraordinarios, ya que la vida en sí misma es un milagro ordinario pero cotidiano, y por ello ya no le llamamos milagro); y no lo requieren porque su nivel de Fe, les basta para creer. Hay mucha gente que ha visto milagros, y por todos los medios quiere encontrar una explicación, científica o no, con tal de negar el milagro. Pero hay quienes al ver un milagro, se sienten interpelados por Dios, y entonces deciden aumentar su Fe (en cuanto a la respuesta que le dan a Dios). Mi punto es que, voy a citar algunos milagros de Jesús (todos los milagros aprobados por la Iglesia son de Jesús, aunque la piedad popular se lo atribuya a los santos, o a través del santo se obtuvo el milagro de Jesús), y depende del lector mantener la mente abierta o cerrarse. El cerebro es como un paracaídas. Solo funciona si se abre. Hay quienes no creen porque no pueden, y otros porque no quieren. También es necesario abrir el corazón, por más que duela.
A continuación citaré algunos milagros. Ahora bien, si desde que lees esto estás afirmando: “Aunque lea milagros no creeré”, entonces pregúntate, que es lo que tu requieres para creer que Jesús existe y es Dios.
Es importante tomar en cuenta que solamente creo que vale la pena explorar los milagros aprobados por la Iglesia fundada por Jesús, (La Católica) ya que sus procesos de aprobación son siempre de rigor científico y moral. Cuando un milagro falso se propaga, ocurre que hay gente que incrementa su fe (respuesta) pero al descubrirse la falsedad, terminan los conversos en condición de oposición peor que la original y con consecuencias extremas. Hay milagros que pasan la prueba científica, pero no la moral, y la Iglesia tampoco los aprueba, ya que pueden ser inducidos por el demonio, con el mismo fin de eliminar la Fe, al desacreditarse el milagro posteriormente.
Milagros
Hay dos tipos de milagros que nos invitan a reflexionar tanto en el poder de Dios, como en la veracidad de la Iglesia Católica como la que fue fundada por Jesús: Los Cuerpos incorruptos y los milagros Eucarísticos.
Los cuerpos incorruptos son cadáveres que no han tenido descomposición, ya sea total o parcialmente. Esto es, por lo menos alguna parte de su cuerpo se conserva, con características que contradicen a todas las leyes de la naturaleza. La lengua de San Antonio de Padua, La mano de María Valtorta, o los cuerpos de Santa Bernardita soubirous, San Vicente de Paul, Santa Clara de Asís, Santa Rita de Cacia, San Juan Bosco, El (San) Padre Pío, Algunos Papas, y varias decenas de santos más. Este fenómeno se ve acompañado por olores agradables, piel elástica y órganos intactos y en buenas condiciones, lo que no ocurre en ningún otro tipo de cadáver. También ocurre que a algunos los han cortado y sangran, aún después de 100, 200, 300 años o más, o les ponen cal y no se descomponen. Existen más de 120 cuerpos con algunas de estas características, y todos ellos son católicos, canonizados o en proceso de análisis para su canonización. Todos ellos creían absolutamente que La Iglesia fue fundada por Jesucristo – Dios, y que toda la doctrina que guarda y predica la Iglesia es cierta. Tenían un amor profundo y radical hacia la Iglesia Católica. Incluso muchos murieron por defender sus verdades. Es más, en los primeros siglos del cristianismo, murieron más de cien mil mártires por defender la Iglesia naciente. Y hoy, en el año 2015, sigue habiendo muchísima persecución y muerte por declararse seguidor de Jesús y de su Iglesia, y muchos de ellos han tenido la oportunidad de salvar su vida si niegan a Jesús, y no lo han hecho. (poner ejemplos recientes). Por el contrario, ¿Cuantos de nosotros lo negamos o nos avergonzamos de reconocerlo porque socialmente no está bien visto? Son claras trampas del enemigo de las almas.
Otro tipo de milagro son los milagros eucarísticos. Hay más de 400 milagros aprobados y muchos más en proceso de análisis para determinar si los aprueba o no la Iglesia.
Un milagro eucarístico, es un milagro relacionado con el sacramento de la comunión, o eucaristía. En la última cena Jesús dice: “Esto es mi cuerpo” y en Juan 6, 52 podemos ver como implica que debemos comer su carne, aunque afirmar eso le costó perder varios seguidores. El primer milagro aprobado es en el siglo 8 en Lanciano, Italia. Un sacerdote dudó que la hostia se convirtiera en el cuerpo de Cristo, y le pidió a Jesús que le restituyera su Fe perdida. Al momento de la consagración, la hostia se convirtió en carne y el vino en sangre. Dichos elementos no se han descompuesto desde el siglo 8 y presentan características sobrenaturales, y que están a la disposición de la ciencia para que los vuelva a investigar. La ciencia no puede explicar lo que ocurre con ninguno de estos 400 milagros.
Los fundamentos de cada sacramento los podemos leer en el catecismo, donde nos explica en que parte de la Biblia Jesús instituye cada sacramento.
Por último, están los milagros que desafían a la ciencia médica, dejándolos sin posibilidad alguna de explicación. Invito al lector a que elija cualquier Santo moderno, canonizado en los últimos 100 años, y encuentre su causa de canonización, que en muchos de los casos son sanaciones que han dejado evidencia de su carácter milagroso en algún hospital del mundo. Por favor llamen al hospital y pidan la evidencia, o pidan hablar con alguien que conozca la historia. Por poner un ejemplo recomiendo investigar la causa de canonización de los padres de Santa Teresita.
Escribo lo anterior en un tono de tarea, pero con la certeza de que al hacer el ejercicio, encontraremos con que cualquier santo (canonizado por la Iglesia) pasó por un proceso que no deja lugar a dudas de que existió el milagro documentado, y que fue revisado por prestigiados doctores y científicos, incluso ateos, y convalidados por escrutinios o notarios públicos. Normalmente a cualquier santo se le pueden atribuir no uno, sino varios milagros, pero la Iglesia solo beatifica después de hacer un estudio escrupuloso, meticuloso y detallado sobre la veracidad de un milagro y canoniza (decreta santo) después del mismo proceso para comprobar un segundo milagro. Y nos encontramos con que no solo existe un santo en la Iglesia, sino muchos, de hecho, por lo menos uno por cada día del año. Estoy cierto que si alguien realizara este análisis varias veces, estaría muy cerca de convencerse de varios de los primeros enunciados (Dios existe, Jesús existió, sigue existiendo y es Dios, Jesús fundó la Iglesia), y ya podemos irnos acercando a la posibilidad de creer en que fundó los sacramentos, etc.)
Si no haces la tarea mencionada, preguntate si tu busqueda de la verdad es sincera, o mas bien ya decidiste tu propia verdad. O si no te importa descubrirla, porque crees que no hay ninguna implicacion para ti..
Como complemento final, quisiera sugerir que vean la historia de 7 mujeres que vivieron de comer solamente la eucaristía, y ningún otro alimento durante uno o varios años. Estas mujeres son: Imelda Lambertini, Catalina de Siena, Marta Robin, Alejandrina da Costa, Luisa Lateau, Luisa Picarreta, Teresa Neumann, ver liga en http://forosdelavirgen.org/62830/siete-mujeres-santas-que-vivieron-durante-anos-alimentandose-solo-con-la-eucaristia-2013-05-08/
TERCER ENUNCIADO
JESUS FUNDO LA IGLESIA, QUIEN COMPILÓ LA BIBLIA, EN LA QUE PODEMOS CONOCER EL MENSAJE DE JESÚS
La Iglesia compiló la Biblia, misma que ha sido modificada por anti-católicos, o simplemente utilizada fuera de contexto para desacreditar a la Iglesia. Sin embargo, todos tienen como origen esta Biblia, que fue compilada por la Iglesia Católica.
Martín Zavala nos dice que:
“El canon de la Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, empezó a ser definido en el Concilio de Roma en el año 382, bajo la autoridad del Papa Dámaso I. Después se confirmó en el Concilio de Hipona en el 393 y en el Concilio de Cártago en el 397. Es importante hacer notar que todos estos cánones eran idénticos a la moderna Biblia Católica, y todos ellos incluían los libros deuterocanónicos.
La Iglesia Católica fue quien decidió cuantos y cuales libros eran reconocidos como Palabra de Dios. Ella los reunió, ella los aprobó. Posteriormente el protestantismo la empezo a alterar .
Mirando hacía lo que los judíos decidieron encontramos que ellos aproximadamente en el año 90-100 también establecieron su canon o lista del Antiguo Testamento y se quedaron con el canon corto, principalmente porque para ellos si no estaba escrito en hebreo no tendría el mismo valor y con esto hicieron a un lado la lista más larga y por supuesto cualquier otro libro escrito en griego como lo fue el Nuevo Testamento.
Entonces los judíos se quedaron sin esos siete libros y los cristianos si los incluyeron. ¿Si somos cristianos a quien vamos a obedecer? Por supuesto que a los responsables cristianos de aquellos tiempos. Esta es otra razón por la que en la Biblia Católica si son incluidos, por ser fieles al cristianismo primitivo. Incluso, hay algunos judíos como los de Etiopia que siguieron con el canon largo que incluye los siete libros que tenemos.
Durante muchos siglos la Biblia protestante también tenía estos siete libros. Incluso Lutero, Zwinglio y Calvino los tuvieron en sus Biblias al menos como un apéndice.
Fue apenas en el año 1835 la primera vez que la imprimieron sin ellos. De hecho hoy en día gracias a la investigación, al ecumenismo y al amor a la verdad hay cada vez más protestantes serios que están volviendo a incluirlos en sus nuevas ediciones bíblicas”.
Jesús funda una sola Iglesia, pues nos dice (Jn 10:16): “Habrá un solo rebaño y un solo Pastor”, Y dice a Pedro: Tu eres Pedro, y “sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia”, Y “lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo” (citas)…
Y cuando Pedro muere, le suceden: Lino, Cleto, Clemente, Evaristo, etc. Hasta el Papa Francisco el día de hoy, de manera ininterrumpida. Los mismos protestantes (nuestros hermanos separados) reconocen la línea de sucesión de los Papas.
Jesús fundó la Iglesia Católica, la única fundada por Dios
A partir de que se escribieron los evangelios, no existe ningún documento que niegue su veracidad, ni sus hechos. Vemos Orígenes (autor), y Patrística (grupo de autores, padres de la Iglesia) y todos coinciden en su veracidad, pero nadie negó los hechos de los evangelios. Si hoy algún político dice que hizo algo que no es cierto, los medios lo confrontan de inmediato, el auditorio entero rumora en voz alta negando lo que el expositor dijo, y las redes sociales no se hacen esperar mostrando las evidencias contrarias a lo que se ha declarado. Y con los evangelios, nadie negó los hechos ahí descritos, sino que en lugar de eso se hicieron cientos y miles de copias de los evangelios. El número de copias que se hizo de los evangelios, supera descomunalmente al número de copias de cualquier otro libro de esas épocas.
Este es fundamento suficiente para darle peso a la historia, el que no cree en el Evangelio, no tiene derecho a creer en otros libros de historia, pues tiene más peso histórico por este fundamento el evangelio, que cualquier otro libro de historia. Los Evangelios son más dignos de crédito que cualquier otro libro de historia.
CUARTO ENUNCIADO
JESÚS FUNDO LOS SACRAMENTOS
Uno de ellos es la Confesión, y Jesús quiere que nos confesemos con un sacerdote (que es un hombre, igual que yo).
Si creemos en los enunciados anteriores, y le damos crédito a los Evangelios, lo que sigue es entender, a la luz de ellos, y apoyados en el catecismo, que el sacramento de la confesión lo instituyó y lo quiere Jesús.
Los siete sacramentos son los signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo.
La iglesia tiene la doble dimensión, humana y divina, física y espiritual. Los sacramentos transmiten de manera invisible la gracia, pero lo hacen a través de una estructura humana y jerárquica que es visible, y a través de ritos que contienen signos sensibles.
Jesús tocaba los ojos o los oídos de quienes curaba, y les ponía su saliva. Y siempre acompañaba sus milagros con alguna tarea o condición que daba al hombre: Vete y no peques más, levántate, toma tu camilla y vete, ve con los sacerdotes, o preséntate en el templo. Denme cinco panes y dos peces. O, llenen esos tambos de agua.
En general, sus milagros se subordinaban a la importancia del perdón de los pecados, con algunas excepciones como la multiplicación de los panes, o la transformación del agua en vino, en las que, a semejanza del padrenuestro, primero pedimos “danos hoy nuestro pan”, y después “perdona nuestras ofensas”. Sin embargo, en el milagro de los panes vemos como primero les predicó, y luego les dio de comer. Primero el alimento del espíritu y luego el del cuerpo. (revisar), y en el milagro de transformar el agua en vino, vemos como María dice: “Hagan lo que él les diga”, frase que conforma la más perfecta catequesis. Claramente su mensaje y su gracia eran más importantes que satisfacer las necesidades y aliviar las dolencias de los hombres. Esto nos deja ver que la vida eterna es más importante que la temporal, precisamente porque es para siempre.
Los siete sacramentos que establece Jesús, y cuyo fundamento vemos en la Biblia son: Bautismo (Mt 28,19), Confirmación (Hechos 2, 1-13), Eucaristía (Mt 26, 26-29 y Juan 6:52), Unción de los enfermos (Lc 9, 1-2) (St 5, 14-15), orden sacerdotal (Lc 6, 12-13) y matrimonio. (Mt 19, 4-6), y la confesión.
LA CONFESION
Jesús vino a liberarnos (Marcos 1, 20), pero solo pasó tres años de vida pública. Cuando regrese al cielo, ¿quién continuará con su labor?, Jesús le dice a Pedro: Y yo te digo que Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos. (Mt 16 ,18)
Jesús sopla sobra sus apóstoles (Jn 20, 21-23), y les dice: Reciban el Espíritu Santo, a quienes les perdonen los pecados les son perdonados, a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.
Les da poder y autoridad, para que con el poder de Jesús, puedan seguir su misión liberadora.
Fr Luis Rodríguez nos dice que: los méritos de Jesucristo, en su pasión, muerte y resurrección, se nos aplican a través del tiempo y no como algunos piensan, en un solo instante (Filipenses 2:12 y 1 Pedro 1:9). Por lo tanto, el perdón del Señor, se nos otorga si lo pedimos, pero Cristo nos impuso (y lo Apóstoles promulgaron) que confesáramos los pecados unos a otros, por eso le dio el poder – en su nombre – de perdonar los pecados a los Apóstoles. El medio ordinario de recibir el perdón de Dios de acuerdo a la voluntad de Cristo mismo es por la mediación de sus ministros ordenados y consagrados al servicio del pueblo de Dios. Podemos buscar las siguientes citas biblicas: Juan 20:21-23; Mateo 16:18-19; Mateo 18:18; Mateo 9:1-8; 2 Corintios 5:17-20; 2 Corintios 2:10-11; Hechos 19:18; Mateo 3:6; Santiago 5:14-16; Lucas 10:16; Hebreos 12:12-13; 1 Corintios 9:27; 2 Corintios 2:5; 1 Corintios 12:26; Lucas 3:8. Todos los elementos del sacramento de la confesión se encuentra en Lucas 15:11-32 o sea arrepentimiento, confesión verbal, estar dispuesto hacer penitencia y la reconciliación. Para confesarse se requiere mucha humildad, el mismo San Pablo nos dijo que confesáramos nuestros pecados el uno con el otro, pero solo el sacerdote le garantiza silencio absoluto por el sigilo, que si rompe, su alma irá al infierno. Cristo NO deshizo al sacerdocio – porque los mismos apóstoles escogieron un sacerdocio, PERO según el criterio no del antiguo testamento sino según el del Nuevo Testamento – Cristo es el sumo Sacerdote y sus ministros – quienes heredaron su sacerdocio (busque el Antiguo Sacerdocio – Levitico 21:10; El Sacerdocio Ministerial del Antiguo Testamento (Exodo 19:21-22) Los fieles todos comparten un sacerdocio (Exodo 19:6). El Sacerdocio de Jesucristo en el Nuevo Testamento (Hebreos 7:1-3); Los Sacerdotes Ministeriales (Romanos 15:15-16; Lucas 22:7-20; 1 Timoteo 4:14); Sacerdocio de todos los Fieles (1 Pedro 2:5). Si despreciamos el Sacerdocio Ministerial ignoramos todos los Sacramentos y eso es lo que hicieron los protestantes. Pero, recordemos que no había ni un solo evangélico hasta 1900. Y no existían los protestantes antes de Lutero.
QUINTO ENUNCIADO
LA CONFESIÓN ES NECESARIA PARA SALVARNOS Y QUE VAYAMOS AL CIELO, YA QUE TAMBIÉN EXISTE EL INFIERNO, Y EL DEMONIO, Y PODEMOS CONDENARNOS.
He dedicado mucho tiempo a escribir esto, porque la condenación es un riesgo latente que tenemos, y me doy cuenta que el mundo de hoy está ciego a él. Cerrar los ojos ante un riesgo es señal de inconciencia, pero también sé que hay espíritus malignos que se dedican a impedirnos ver, que influyen en nuestro modo de pensar, y no podremos creer a menos que los venzamos. Eso se puede hacer con oraciones de invocación a la sangre de Cristo. No podemos vencer ciertos pecados y cegueras si no hacemos ayuno y oración (Mt 17,21 y Mc 9,29).
Dice el padre Jose Antonio Fortea, en su libro, Suma Demoniaca, que la batalla que existió en los cielos, entre los angeles que se salvaron y los que se condenaron, no es una batalla con armas físicas, pues son seres inmateriales. Las armas son los argumentos, las ideas. Y como ellos no tienen boca ni oídos, la forma de comunicación es inmediata. Uno genera un pensamiento y lo coloca en la mente del otro. Y así fue la batalla, la prueba y la condenación. A través de ideas y creencias que tuvieron la libertad de aceptar o rechazar en un momento de prueba.
De la misma manera, los espíritus malignos, ponen con mucha frecuencia ideas en nuestras mentes, que se llaman tentaciones. Algunas muy persistentes y otras pasajeras, muy apetitosas y disfrazadas de bien, algunas de muchos años tan enraizadas en nuestro ser, que ya pensamos que “es natural” o “es normal”, pues se ha construido como una segunda naturaleza en nosotros con tintes de vileza o perversidad. Es necesario que hagamos un ejercicio continuo de discernimiento, para preguntarnos si lo que estamos pensando viene de Dios o no viene de Dios; y hacerlo aun cuando creamos que la idea es nuestra y buena.
¿Es necesario el arrepentimiento?
¿Dios puede perdonar aunque no te confieses? Si, Dios todo lo puede, pero su modo ordinario para perdonar es la confesión. Dios puede salvar a alguien que se cae de un avión en vuelo, o que recibe un balazo en el cerebro, o un ataque de un tiburón. Pero no es lo ordinario. También debemos pensar que si Dios te perdona en la confesión, lo hace en ese momento, y si estás esperando a que Dios te perdone sin que tú hagas nada, puede ser que dicho perdón llegue al final de tu vida, un minuto antes de morir, o que no llegue. Y si llegó al final de tu vida, el resto de tu vida no lo habrás vivido en gracia, por lo que habrás perdido muchos regalos del cielo y privilegios en esta vida y premios en la otra.
Supón que una mujer tiene varios hijos, y llega un asesino y mata al primero, y ella le dice: Te perdono. El asesino le dice ahora voy a matar al segundo. Y lo mata, y ella lo perdona otra vez, y así sucesivamente. ¿Suena ilógico no?
Pues mucha gente pinta un Dios como esta mujer. El asesino ni pidió perdón, ni se arrepintió. Nosotros podemos pensar que estamos arrepentidos, pero un acto que confirma dicho arrepentimiento es la confesión. Cuando me confieso, demuestro estar arrepentido. (Al menos a cierto nivel). Y otro acto que lo confirma, es dejar de pecar, o por lo menos luchar con todas tus fuerzas para dejar de pecar, y confesarte cada vez que peques, hasta que finalmente logres vencer ese pecado.
Dios es Infinitamente misericordioso, pero también infinitamente justo. ¿Cómo se puede armonizar esa misericordia infinita con esa justicia infinita? Para perdonar, es indispensable el arrepentimiento. No se puede perdonar a quien no se arrepiente, no por falta de Dios, sino por no poner de su parte el pecador, el perdón ahí está, esperando ser tomado. Es como quien muere de hambre frente a un refrigerador lleno de comida, pero no lo quiso abrir.
De manera contundente, asegura el padre Jorge Loring:
“Si no hay arrepentimiento, no hay perdón. Así de fácil. Con la muerte, se acaba la posibilidad de pedir perdón. El que no pide perdón antes de la muerte, no pedirá perdón después de la muerte. El que muere sin pedir perdón, va a estar, eternamente sin pedir perdón. Y Dios, eternamente sin perdonar. No porque a Dios le falte misericordia, sino porque al pecador le faltó la condición indispensable de arrepentirse y pedir perdón.
Alguien puede decir: A mí no me cabe en la cabeza que Dios permita un infierno eterno. Bueno, no porque no te quepa en la cabeza va a dejar de ser verdad. El que pretenda, que solo es verdad aquello que entiende, es un soberbio. ¿Crees que sólo es verdad lo que tu entiendes? Hay muchas cosas que son verdad y tú no las entiendes”.
San Juan Pablo II nos dice:
Dios es Padre infinitamente bueno y misericordioso. Pero, por desgracia, el hombre, llamado a responderle en la libertad, puede elegir rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él. Precisamente esta trágica situación es lo que señala la doctrina cristiana cuando habla de condenación o infierno: es la última consecuencia del pecado mismo, que se vuelve contra quien lo ha cometido. Es la situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia del Padre incluso en el último instante de su vida.
El Nuevo Testamento proyecta nueva luz sobre la condición de los muertos, sobre todo anunciando que Cristo, con su resurrección, ha vencido la muerte y ha extendido su poder liberador también en el reino de los muertos.
Sin embargo, la redención sigue siendo un ofrecimiento de salvación que corresponde al hombre acoger con libertad. Por eso, cada uno será juzgado «de acuerdo con sus obras» (Ap 20, 13).
También el Apocalipsis representa en un «lago de fuego» a los que no se hallan inscritos en el libro de la vida, yendo así al encuentro de una «segunda muerte» (Ap 20, 13 ss). Por consiguiente, quienes se obstinan en no abrirse al Evangelio, se predisponen a «una ruina eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (2 Ts 1, 9).
Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno» (n. 1033).
Por eso, la «condenación», no se ha de atribuir a la iniciativa de Dios, dado que en su amor misericordioso él no puede querer sino la salvación de los seres que ha creado. En realidad, es la criatura la que se cierra a su amor. La «condenación», consiste precisamente en que el hombre se aleja definitivamente de Dios por elección libre y confirmada con la muerte, que sella para siempre esa opción. La sentencia de Dios ratifica ese estado.
La condenación sigue siendo una posibilidad real, pero no nos es dado conocer, sin especial revelación divina, si los seres humanos, y cuáles, han quedado implicados efectivamente en ella.
El pensamiento del infierno -y mucho menos la utilización impropia de las imágenes bíblicas- no debe crear psicosis o angustia; pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad, dentro del anuncio de que Jesús resucitado ha vencido a Satanás, dándonos el Espíritu de Dios, que nos hace invocar «Abba, Padre» (Rm 8, 15; Ga 4, 6).
Evidencia de la existencia del infierno y del demonio
De la misma manera en la que la ciencia no puede demostrar ni negar la existencia de Dios, tampoco puede demostrar ni negar la existencia del demonio, o del infierno, ya que no es competencia de la ciencia el ámbito de lo espiritual.
Pero creo que, quienes hayan creído en los primero enunciados, más fácilmente podrán creer en este. Jesús habló del infierno en (N ) ocasiones, y eso debería bastar para que creyéramos.
Es importante señalar que todos los santos (incluyendo aquellos cuyos cuerpos están incorruptos), han creído que el infierno y el demonio existen. Y hoy en día, podemos ver algunos testimonios de gente que está muy convencida de esta realidad.
Los invito a buscar en youtube a gente como: Marino Restrepo, Padre Carlos Cancelado, Gloria Polo, o buscar en el pasado experiencias y escritos de gente como Santa Teresa de Avila, San Juan Bosco, otros.
También a la fecha, contamos con reconocidos exorcistas, podemos leer a Gabrielle Amorth, a José Antonio Fortea, etc, y podemos buscar testimonios de posesos y sus familiares, así como de psiquiatras que después de hacer sus estudios, quedaron convencidos de que su paciente no estaba enfermo, sino poseso.
EL exorcismo es un rito que consiste en expulsar a los demonios, particularmente de una persona que está poseída, y a la que se le ha descartado una enfermedad psiquiátrica. Jesús lo practicó y mandó a sus apóstoles a que lo practicaran.
El rito existe y cada vez se aplica en mayor número y con mayor frecuencia, y se han fundado congregaciones dedicadas a este ministerio, debido a la necesidad creciente en el mundo de la ayuda de sacerdotes para liberar a la gente de los embates del enemigo. Mucha gente que no cree, cambia de parecer al padecer una posesión en sí mismos o en su familia, y se adhieren o confirman su adhesión a la Iglesia católica, como consecuencia de este mal, y al comprobar el poder de la Iglesia para expulsar a los demonios.
El exorcismo es un sacramental, no un sacramento, lo cual significa que es una práctica que la Iglesia utiliza para prepararnos y disponernos para recibir la gracia a través de los sacramentos. La confesión, que sí es un sacramento, es mucho más poderosa que el exorcismo, para mantener lejos de nuestras vidas al enemigo.
Efesios checar cita (6 10 – 12) Nos dice que nuestra batalla no es contra los hombres, sino con Espíritus esparcidos en los aires que nos instan a pecar, a la ira, a la lujuria, al robo, a la crítica, al homosexualismo, a la pederastia, al asesinato.
Al Padre Pío (Santo, y con cuerpo incorrupto), le preguntaron una vez, que si era real que existían demonios, a lo que el respondió: Si se hicieran visibles, se nubla.
El demonio y los demonios, odian a Dios, y buscan destruirlo, lo cual es imposible, entonces su venganza es destruir a su imagen y semejanza (el hombre) y particularmente a través del pecado del aborto, que ofende profundamente a Dios, y logra transformar al hombre en algo semejante a los angeles caídos.
Hay mucho más que se puede hablar de este tema, y de todos los anteriores, pero creo que el objetivo básico, que es ayudar a creer a quien quiera creer, ya se ha cumplido hasta el nivel en que mi capacidad da.
Creo que el hombre, para ser salvo, santo y feliz, necesita solamente tres cosas: Amar a Dios, amar al prójimo, y amarse a si mismo. Amarse a si mismo consiste en darte lo bueno y evitarte lo malo. En darte lo mejor que te puedas dar. Serle fiel a tu conciencia. Si creo que algo es malo, lo evito, si creo que es bueno, lo procuro. Si tengo duda investigo.
Mi invitación es a que investigues a fondo, cualquier duda que tengas, que es tu responsabilidad. Si tienes dudas, pero prefieres no investigar, estás permitiendo una carga y riesgos sobre ti mismo.
Si investigas y encuentras verdad en estas líneas, encontrarás Paz, (no necesariamente tranquilidad, pero si la paz que Dios da, de que le estás siendo fiel a tu conciencia.
Por ultimo, el sexto enunciado: Dios nos da opciones para salvarnos sin la confesión, pero es muy dificil, y no es necesario arriesgarnos: Lo abordare en otro escrito: “La Coronilla de la Misericordia“.